jueves, 17 de noviembre de 2011

Luceramientos

Velares yoes que transhunden las másmenales siestas intranshumables
diatrivas diátropas
dadás dido
diantres virósicos
en zumos postconyugales transhúmedos
de lúpulos y lufanos luceramientos
                              tristranstocando felicidades.

dedos dililucililados
en bizumos límpidos de dados lodos
leales en todas más peros que se yoan
                            como locos vítreas lagujugosidades.

loando en la nada

jueves, 26 de mayo de 2011

Sin Título - explorando lo que el arte digital tiene para ofrecerme

O quizá qué tengo yo que ofrecerl a él. Dado que s tarde y mi teclado evidntemente se rhúsa a imprimir las "Es" en la pantalla, resumiré. Es una imagen digital, hecha en Photoshop hace un año. Debería volver a agarrar el programita a ver que pasa este año. Ya veremos.
En fin, como dice el título, no tiene título (¿paradoja?).
Disfrútenlo, o no. Ódienlo si quieren. Son libres.

Me olvidaba. Perdonen las marcas de agua, es que en internet no se puede confiar.
De título le podría poner "click en la imagen para agrandar"

Tendría que retocarla, tal vez fundir mejor el castillo con el fondo del ruin y hambriento océano, o colocarle cosas interesante como algas, burbujas o a Palito Ortega. de hecho ahora que la veo bien me parece una cagada. No se, ya veré, o haré una segunda versión.


(Si golpeo la E en el teclado con fuerza, anda)
Nos vemos

domingo, 27 de marzo de 2011

La verdad sobre Cronos (microrrelato)

     Era el vigésimo séptimo “tac” que escuchaba esa mañana. Hacía veintisiete segundos que se había despertado y el ruido del reloj se le clavaba en los oídos dejándole una horrible sensación de presión en la cabeza. Era común en él despertarse de mal humor, pero aquella vez fue diferente. El sonido lo enloquecía.
Se vistió lentamente, odiando cada segundo representado por el sonido más irritante que se le presentaba en la tierra, redundante, tedioso, antinatural, como si hubiera sido concebido por vaya a saber qué fuerza malévola, con el solo fin de hacer desvariar al hombre.
     Siguió escuchando todo el camino del baño a la cocina, y trató de esconder ese rumor metálico con sus propios pasos, chasqueando los dedos, chistando, hasta gimoteando falsamente. Era peor. Con cada actitud sentía una angustia creciente, la de acatar muy a su pesar una especie de orden implícita, en una morbosa ronda de juego en la que él interpretaba a un esclavo. Ni siquiera hubo otro “tac” cuando ya estaba decidido, pero de puro condescendiente le dejó sonar una vez más antes de quitarle las pilas al de la pared.
     De nuevo en la habitación, el despertador era mutilado con lascivo placer. Primero la tapa, luego la pila. Resortes y chapitas de un plateado aún desafiante sonaban al desprenderse, pero no como ese ruido acuciante y desesperado (o más bien desesperador), sino como con algo de displicencia y hasta melancolía, la de saber quizás que nunca más volverían a enloquecer a otro ser humano. Era como una especie de llanto, pero agradaba. Hasta casi le pareció ver en cámara lenta cómo suplicaba en su repentino viaje gravitatorio, hasta que la inercia desparramase los pequeños fragmentos de plástico verde y blanco, los diminutos engranes y demás componentes al encontrarse con el duro piso de baldosas. Eso le clavó una sonrisa en el rostro. Estaba agitado y ansioso de terminar la labor más beneficiosa y catártica de su vida.
     Todos los dictadores aparatos de la casa fueron aniquilados, destrozados, hachados, ahogados, hasta terminar en una improvisada hoguera en la parrilla del patio. Y fue allí, mirando los restos carbonizados, cuando su vista se topó con sus manos renegridas de plástico y madera quemada y advirtió al sol reflejando y dando vida al color de su piel. El sol. En algún momento se arrojaría al horizonte, y por su bienestar debía impedirlo.
     Entró apresurado a la casa para ocultarse de aquél traidor. Ese gigante había arruinado la meta del día, y la más importante que ahora tenía. En sólo unos minutos estaba trabajando en la repentina segunda fase del plan. Tapió las ventanas, colocó manteles replegados en los ventiluces, cubrió con cinta negra los espacios de luz en las puertas, hizo todo lo que se le ocurrió para ocultarse del sol. O de la luna. Si no los podía ver, estaría a salvo de su accionar peligroso.
     Pero no se detuvo. Desconectó el televisor, que tenía programado para encenderse a las nueve, el reproductor de música con reloj digital, el microondas, todo aquello que pudiera perseguirlo con ese veneno encima, el más letal que el hombre hubiera creado.

     Ya no sabía cuánto había pasado cuando terminó de acustizar la casa, de modo que no pudiera oír nada de lo que pasaba afuera. Y habiendo concluido, miro sus pies sostenidos por el piso, y luego su rostro en el espejo, como buscando algún cambio, o quizá la falta de aquél. De nuevo la sonrisa se fue dibujando, flexionado y contrayendo cada músculo de su cara. Lo había conseguido. Había vencido al tiempo. Se acababa de librar de una de las ataduras más engañosas y angustiantes que el hombre se ha dispuesto para su vida.
     ¿Qué pasaría ahora? ¿Acaso se habría vuelto inmortal, un ser infinito? Estuvo a punto de pensarlo, pero no se atrevió a terminar tal acceso. A decir verdad, la idea le aterraba un poco. Simplemente se sentó en  la silla de la cocina, justo la que estaba debajo del difunto reloj, a imaginarse sus propias palmadas en el hombro y suspirar triunfante.
   
     Hasta que luego fue luego.

miércoles, 23 de junio de 2010

Mi homenaje a Saramago



Muerte ya no duda (elegía)


La intermitencia ha cesado...
muerte ha encontrado
ahora el desamor.


Cuántas odas he soñado
sobre los hilos y las grietas,
de cuanto hombre ha avivado
(infecto el ego, maquinado)
la llama de los que esperan,
en un inquieto intervalo,
la paz de esta funesta
y titilante tierra
(que aún no me ha desencantado).


¡Oh! ¡tantos sacrificios,
líneas pulcras, desencontradas
con la facultad heredada
de quienes a verte
no nos preparan,
pidiendo un respiro
para hallar tu razón!.

muerte piensa, despechada...
(sabe que semejante empresa
la tiene al odio encomendada)
 
Y es que a mí, luego
otorgaste un dulce juego,
casi el de imitarte
(pero sin llegar a tocarte)
es que, Maestro mío,
(en mayúsculas vestido),
no soy capaz de ignorarte
sin que una sola nota,
(como en ese cello imperfecto),
en mí, valiente, se calcase.
Pero ahora debo al cielo
(lo sé, casi falaz, Maestro)
gritar embravecido,
a causa de este apuro,
que me lleva aturdido.
Gritar... ¡oh que funesto,
cliché del destino
en que me vi envuelto,
al verte en recuerdos,
y como en tantos martirios!

muerte duda de nuevo,
resiente la marcha,
pero no puede negarse.
aviva su fuero,
tiende sus manos desnudas...
y sintiendo el calor de las suyas, Maestro,
lo lleva, extrañada,
por ese calor al principio,
luego por el saber incierto
de sentirse adueñada
de botín semejante...
 
muerte está desencantada.

sábado, 19 de junio de 2010

El pastor hipnogógico

"El pastor hipnogógico"
Óleo sobre tabla de yeso
Museo del enroque onírico

domingo, 6 de junio de 2010

De cómo nos endulzan las notas de la naturaleza

Mi abuelo me contó una vez, que al empezar a tocar el violín, la desventaja de no saber leer ni escribir, cosa que es muy común a los tres años, puede no ser el gran problema. solucionado esto mediante un alambrado, varios pajaros de colores asociados a cada uina de las notas y la siempre agotadora paciencia, tal puede resultar en un gran músico.
Este recuerdo me invadió al escuchar los sonidos de la naturaleza... pero sonidos mucho más allá de un simple ruido de olas grabado en la cinta más burda de "cómo relajar su mente en 20 minutos". No, no hablo de eso, hablo del conciente natural, de la magia adrede de la naturaleza, porque aquél azar que muchas veces me ha iluminado, parece tan lejano aquí, que sólo me queda sonreir y sacarme el sombrero ante la decisión de al parecer unos inocentes pajaros que al no haber llegado a tiempo para escapar con el benigno viento, deciden descansar en medio de la brutalidad de un antinatural pentagrama dejado en blanco por el hombre, inundándolo de las notas más hermosas que he por azar (Ja!) escuchado.
De ahora en más si observas un grupo de aves en los cables de la luz, sabrás qe hacen algo más que esperar...


Birds on the Wires from Jarbas Agnelli on Vimeo.

martes, 18 de mayo de 2010

Bang!... Realidad is dead, Dad!

"Bang!... Realidad is dead, Dad!"
Técnica mixta sobre yeso
Museo que se cae a pedazos